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lunes, 18 de marzo de 2013

MILÁN-SAN REMO ¿LA PRIMAVERA?



Siglo XXI. Toda la tecnología meteorológica disponible al alcance de la mano. Tiempo para planificar y tener un plan B. ¿Y qué pasa…? Pues algo tan antiguo como el mundo. La pasta manda. “Money rules” que dirían los americanos. La mañana en Milán es digna de una pesadilla. La pesadilla de un ciclista. Frio, lluvia y nieve. Y por delante 293 km. Pero los organizadores ni se plantean cambiar el guión. Vaya lio si suspendemos esto piensan. Los patrocinadores, el dinero, la tele, el dinero. Se sale porque esto es el circo del ciclismo y los payasetes sobre ruedas nunca se quejan. 


Por delante los coches de auxiliares ya avisan de que el paso del Turchino es imposible, que no se va a poder subir, bueno subir quizá sí, para tener unas fotos chulas nuevas que sustituyan a las clásicas de la nevada del Gavia allá en los 80 que se han quedado desfasadas, pero bajar es imposible. Y esto antes de salir. Pero aún así se sale y ya veremos lo que hacemos, dice la organización. ¡Muy bien! al estilo italiano.


Bueno, al final el ciclismo está hecho de épica y leyendas. Hoy escribiremos una, parece que piensan los corredores y salen a disputar la centenaria Milán-San Remo. De salida frio, nieve y un grupo de valientes escapados desde el inicio. Los problemas para la organización no tardan en aparecer, en dos horas el Turchino sigue sin poderse pasar, “jolines, no ha escampado”, y que esperaban. ¿Sol y buen tiempo por milagro en menos de dos horas?. Pues nada, el organizador decide parar la carrera, todos a los autobuses, dar un rodeo hasta la costa y tres horas más tarde se sale habiendo evitado los dos puertos que otros años hacen la primera selección y de propina dejan las piernas ya tocadas. Harán unos cuantos kilómetros menos, con lo que le quitan la longitud que hace especial esta prueba, se secaran, cambiaran a ropa limpia, comerán en los autobuses y volverán a salir con sólo 130 kilómetros por delante hasta San Remo, en algo que ya no será la Classicissima. Las fotos vía twitter, otra vez la tecnología al servicio del mundo, de los corredores en esta parada son genial reflejo de en lo que se convirtió la prueba. Desde las caras heladas, los mocos colgando, las gafas y cascos con escarcha hasta las fotos de Sagan comiendo un bocadillo o la de Ciolek con las patitas en alto en el autobús. Otros directamente, Boonen entre ellos que sin pelos en la lengua dijo que esto no era ya la Milán-San Remo sino una farsa, decidieron no salir en esta segunda parte.


Hasta aquí la crítica a una burda organización, entiendo que no tiene que ser fácil cancelar una prueba de tamaña categoría, pero seguro que se podían haber buscado soluciones alternativas. Y a partir de aquí lo que quedaba de prueba.

Los comentarios en el pelotón: "Dicen que sigamos un poco que ahora escampa", "Pues no hace tan malo hombre", "No piséis lo blanco que resbala mucho", "No si a mi lo que me molesta es tener que limpiar luego la bici".

Los escapados con 7 minutos de ventaja, piernas secas y descansadas arrancan hacia San Remo. Hay quien opina que tienen oportunidad de llegar. El pelotón, en una imagen de ciclismo de otros tiempos (pasos a nivel y barreras bajadas en la memoria) espera bajo la lluvia a que pasen esos 7 minutos y el juez da la salida al grupo. Desde los primeros metros se ve la utopía de que la escapada llegue: Canondale, Sky y Lampre tiran a bloque fundiendo la diferencia como si fuese mantequilla al sol. En 80 kilómetros han cogido a la escapada y de paso el fuerte ritmo junto a la lluvia y el frío ha hecho que las patitas de los corredores sean las mismas que si llevasen los 250 kilómetros que tenían que llevar, de hecho posteriores declaraciones de los profesionales dijeron que había sido insufrible en cuanto a ritmo y frio. En la subida a la Cipressa queda claro que el día ha hecho estragos. No hay ni ataques y el grupo queda reducido a unos 40 corredores. Y en la bajada primer movimiento serio, arriesgado e inteligente de Gilbert. El campeón del mundo se va en un descenso prodigioso y se planta en el llano a 10 km del Poggio en solitario. Por detrás reacciona Chavannel, junto con Stannard y sobrepasan a Gilbert, que decide esperar al grupo. En la subida al Poggio se espera hasta última hora, gran trabajo de Moser y ataque final de Cancellara que se va con Sagan y Paolini. Chavannel está ante su gran oportunidad, ha coronado con Stannard con 20 segundos de ventaja. Pero en la bajada Peter Sagan, alias “El bicho”, baja como si estuviera seco. En menos de 2 km de bajada se han juntado todos y por detrás logran entrar Ciolek y Phinney en otra gran bajada. Son estos ocho corredores los que se jugaran la victoria. En esta ocasión Cancellara no hace de él mismo y no ataca brutalmente en los planos hasta meta ni lanza a nadie gratuitamente en el sprint. Sagan, excesivamente nervioso, llega a atacar a 2 km y coge unos metros de ventaja. No son suficientes y encaran juntos el sprint. Chavannel lo inicia pero un Peter Sagan que siente toda la presión del mundo como gran favorito se precipita lanzando el sprint desde muy lejos. Gerard Ciolek, la otrora gran promesa alemana enrolado ahora en un novísimo equipo sudafricano, le coge bien la rueda y en el último esfuerzo le gana en la línea de meta. La edición de la Milán-San Remo más corta y polémica ha acabado. Nos falta un año de espera para la siguiente.

Esta es la cara que se te queda cuando pierdes un sprint que sabes que nunca deberías haber perdido. La mirada de Sagan a Ciolek es todo un poema.

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